Lápidas

El cementerio judío de Praga es uno de los rincones mágicos de centroeuropa y su retorcida profusión de lápidas alimenta la inspiración de artistas y soñadores. Su aire misterioso nos retrotrae a tiempos pasados y entre sus árboles y túmulos podremos realizar un sinfín de instantáneas.

Escondido entre la belleza de la ciudad vieja, se levanta varios metros por encima del nivel del suelo en un entorno en el que se multiplican las joyerías hebreas y las tiendas de souvenirs. A su alrededor encontramos decenas de sinagogas y callejuelas intrincadas dignas de novela expresionista pero a la luz del día el camposanto carece de poder atemorizante y surge ante los ojos del turista como un místico recuerdo del pasado. La carga de solemnidad, no obstante, sigue presente e irradia con fuerza desde los epitafios esculpidos en la piedra, aunque con los fogonazos furtivos de los flashes al turista le resulta difícil ubicar el recuerdo literario del golem.

En las guías turísticas se afirma que bajo cada una de las losas funerarias se acumulan en vertical decenas de cuerpos, puesto que los judíos se mantuvieron encerrados en su guetto durante siglos y no tuvieron otra alternativa que deshacerse de sus muertos en el espacio menguante de la necrópolis. Tan draconiano aislamiento, además de proteger al pueblo de  abusos y pogromos, produjo una serie de consecuencias estéticas con las que el turista de hoy día puede estremecerse y solazarse a partes iguales.

Caminando entre sus formas tortuosas nos asomaremos a un pasado en las que el fantasma del antisemitismo aún escalaba hacia las cimas de terror alcanzadas años después por el nazismo, pero sólo con buscar en el bolsillo el móvil o la cámara fotográfica escaparemos sin un rasguño de la trampa impresivible del recuerdo.